Si, otra crónica del Mbday

Pesados. Así es como nos ven después del fin de semana que hemos dado. Brasas. Mafia bloguera.

 

Y así es como lo he vivido yo: mi primer año de blog, mi primer Mbday, que nervios, que de whatsapp. Con los niños atascando el wc de casa con esponjas cinco minutos antes de irme. Con un trillón de escaleras para llegar a la sala. Repartiendo los primeros besos a Rocío, que ya estaba a pie de vía (literalmente) cuando llegué al Museo del Ferrocarril, a Mónica que estaba a todo pero como siempre con tiempo para saludar, con el resto del equipo madresférico (incluyendo a babyLeo).

Y van llegando. A algunos les conozco de esto , a otros a base de whatsapp desde que montamos esto otro.

Cuando conectas con gente y estás lejos, que llegue el día en que por fin vas a poder verles en persona hace que tengas la adrenalina a tope. Sé que es difícil entender desde «fuera» y por eso quizá se pierdan en otros detalles que rodean el evento. Hay patrocinadores, si, claro. Montar una cosa así es un pastón, que si tuviésemos que asumir los asistentes seguramente se saldría de madre. Nadie te obliga a coger las «muestras», ni a hacerte fotos con los productos. Había una serie de concursos en redes sociales por parte de los patrocinadores, si querías subías foto con hashtag , si no, no. Cuando fui a Expocomic me regalaron comics y merchandising, y también me propusieron concursar con mis fotos en Instagram o twitter. Esto pasa en todos los eventos y no sé porqué aquí se ha creado tanta polémica.

Pero no me quiero enredar en eso, porque lo mejor del día, aparte de algunas ponencias muy muy interesantes fue esto:

casi todas las fotos son robadas a amigos blogueros, espero que nadie se mosquee <3

Faltan fotos, falta gente, nos faltó tiempo para todo pero no para llenarnos de alegría por estar juntos.

Ya falta menos para el Mbday18 is coming…

*Post patrocinado por mi bolsillo que es el que pagó la entrada al evento. Durante el mismo no saboreé el famoso caldo pero si el caldo de mi tierra (Ribera del Duero, que no me paga pero le hago publicidad porque quiero). Ni Piticli ni Pitufona resultaron traumatizados por la separación de 8 horas porque estaban muy ocupados en jugar con su abuela y su padre, comer, reir, destrozar la casa, dormir y hacer cacas, as usual.