El otro día fue «festivo sin santo» en los coles de Madrid. Así que servidora se cogió el día para pasarlo con Piticli. Al principio pensé en ir al parque, a alguna actividad adaptada…Pero esta vez, esa «malamadre» latente que todas llevamos dentro ganó la partida. Y es que llevaba tanto tiempo sin pasar una mañana de compras…que a lo loco agarré niño y bolso y allá que nos fuimos.
Obviamente no las tenía todas conmigo, las diez de la mañana y con un niño de tres años mirando trapitos en una tienda del centro de Madrid…arriesgado. Pero los niños son una sorpresa, y el mío se llevó la palma dejándome boquiabierta. Tras un viaje en Metro emocionante, solo por ir juntos ya lo fue, entramos a matar comprar.
Y empezó el baile. Resulta que aquí mi pequeño mico tiene más idea de las tendencias actuales que yo. Así que tras un primer momento de asombro, me dejé llevar, aquello era toda una experiencia superdivertida para los dos. Como un auténtico maestro me dirigió por pasillos escogiendo todo aquello que según él, era ideal para mí, que seguramente yo ni me habría parado a mirar. Y así cayeron unas deportivas plateadas, una sudadera de flores rosa y una camisa de gatos. Vale si, esta última me la habría comprado de todas maneras.
Unos zapatos abiertos con pompón y unos pantalones culotte en tejido fresquito completaban su elección para mí. Aunque insistía en seguir escogiendo cosas («vamos mamá esto también») le reconduje a la planta infantil y ahí escogió la ropa de su hermana y la suya propia.
Rayas marineras, brilli brilli, Vengadores y «muchos colores» llenaban la bolsa. Esperó pacientemente en el probador a que me probase un par de cosas y luego observó como todo pasaba por caja, mientras le daba alguna instrucción a la cajera muerta de risa ante el pequeño experto en moda.
De donde ha sacado mi personal shopper este estilo, lo desconozco, ni veo programas de moda, ni hay revistas en casa…ni siquiera es algo de lo que suela hablar habitualmente, por lo que sinceramente me dejó patidifusa. Y eso me recordó ciertas conversaciones que surgen a veces de las diferencias entre «tener un niño y una niña» en las que te suelen soltar chorradas como lo de compartir una mañana de compras. Pues toma. Dos tazas.
Y como colofón, superaperitivo en La trastienda de Espronceda en pleno Mercado de Antón Martín. Porque nosotros lo valemos.
7 Comentarios
Me encantan el plan y te lo copiare agregando el mercado, que me parece un final de lujo
También te digo que yo, con dos niños, comparto la posibilidad de derribar esos estereotipos arcaicos y puedo disfrutar de momentos así gracias al pequeño que ha salido antesmuertoquesencillo y se elige look a diario desde el año y poco
Y a juego su laca de uñas, of course.
Abrazo shoppero!
pues claro, a ver si quitamos las tonterías de roles de género en estas generaciones
Ja ja ja me encanta tu pequeño personal shopper tiene muy buen gusto. Me encantan las zapatillas plateadas.
Me encanta! llevo yo a Jimena a una tienda y estás que me aguanta…
Yo quiero ese personal shopper!!! Me lo pido, me lo pido!!
Te lo mando para el finde ;-D