De cumpleaños y otros demonios

Se nos está yendo de las manos. Ese fue mi pensamiento cuando me lancé a preparar el cumpleaños de Piticli. Tenía la espinita clavada de que el año pasado no hicimos nada especial, porque embarazadísima de Pitufona no estaba yo para mucha fiesta y nos limitamos a poquita familia y tarta. Así que este año con bastante antelación me puse a mirar ideas. Y aterrizas en Pinterest, como no.

Y te encuentras con estas cuquiteces. Y por un breve instante te ciegas y piensas en montar una cosa así. Pero entonces aparece en tu hombro un angelito, en mi caso un Espinete ochentero, que te dice: ¿ qué recuerdas de tus cumpleaños de pequeña? Y se abre el baúl de los recuerdos: recuerdo nervios, recuerdo la ilusión de juntar a amigos de diferentes ambientes, los del cole, los vecinos, los hijos de amigos de mis padres…recuerdo vagamente la tarta y supongo que habría comida por supuesto pero no sé si mediasnoches, tortillas (seguro porque mi madre es un as con ellas) o boquerones. Recuerdo gusanitos untados en fanta naranja y cantar el cumpleaños a voz en grito mientras mi padre sacaba la foto de rigor ( una, no mil quinientas).

Y entonces frené en seco y recapacité. Realmente, ¿para quién son esos cumpleaños tan cuquis? ¿Para los niños a los que no se les permitirá acercarse a esa mesa tan elaborada o para que todos se admiren del gran trabajo que han hecho los papás?Yo no tengo esa necesidad, yo lo que quiero es que se lo pasen bien. Todos están locos con la Patrulla canina. Pues eso: un mantel, una guirnalda y una piñata temáticas, por supuesto la tarta también. Al cumple vendrán los padres, porque aún son muy peques. Una mesa alta con algo de picoteo, nada sofisticado, nada de bandejas con canapés de 100 euracos: embutido de toda la vida, patatas fritas y alguna cosita más. Y el fregadero lleno de hielo con botellines.

Para los peques: una mesa pequeña con sus galletas, gusanitos, batidos y todas esas cosas no recomendadas por Julio Basulto y compañía, pero un día es un día. Y a su alcance. Nada de preciosos frascos de cristal llenos de chuches de diseño. Nada de cupcakes de rellenos imposibles. Ni de brochetas ni fuentes de chocolate.

Y ahí llegan las lecciones de los peques, al ser todo tan accesible, sin nada que se rompa, ellos mismos se gestionaron en ir y venir de la mesa. Piticli hizo de anfitrión mejor que Isabel Preysler en sus épocas de ferrero rocher, paseando las bandejas de galletas y llevando los zumos a cada uno de sus amigos. Feliz de verlos a todos en su casa. Los padres tuvimos nuestro rato de charla tranquilos mientros ellos comían, jugaban y luego se abalanzaban a la piñata.

Quizá no tenga fotos tan cuquis como para colgar en pinterest, pero todas las que tengo son niños felices por doquier y gente a la que quiero pasando un buen rato. Y sobre todo Piticli emocionado y encantado con su fiesta de cumpleaños. Y eso es lo que quiero que recuerde, aunque sea sin filtro valencia o nashville.