Se acerca tu día y ya llevas unos cuantos preguntando cuánto falta para tu fiesta. Y cambiando de idea de regalo. Afortunadamente no has salido un niño acaparador, y cambias tanto de opinión porque solo piensas en pedir una cosa. Y yo no seré quien te saque de tu error, aún a sabiendas que tendrás más de un regalo y de dos. Me encanta que no seas tan materialista, y ojalá se mantenga mucho tiempo. Y mientras disfruto viendo tus discursos acerca de las bondades de uno u otro.
Te recuerdo que este año tienes que comerte la ensalada, intentar vestirte tú solo y recoger tus juguetes siempre. No lo digo yo, has sido tú el que en el último año me has dicho que harás todo eso cuando tengas cuatro. Como si cuatro fuese la mayoría de edad. Pero es que hay niños en tu clase que ya tenían cuatro este pasado curso. Y tú estabas impaciente.
Sin embargo vienes, te acurrucas y me dices que eres un bebé. Te ascendimos a hermano mayor cuando aún lo eras y a veces creo que te hicimos crecer de golpe. Y yo aprovecho para acunarte, cantarte y disfrutar de esos momentos porque sé que llegará el día en que no me dejes darte un beso a la salida del cole porque te dará vergüenza. Por eso ahora saboreo cada abrazo, cada carrera que das gritando Mamaaaa cuando ves que te voy a buscar. No sé cuando cambiará todo eso ni tengo prisa en averiguarlo. Ni pienso perderme ningún «te quiero» de la mañana en la puerta cuando me voy a trabajar. Ni esos abrazos estranguladores a tu hermana mientras le dices que la quieres también.
Llegará el día en que no tengas miedo a la oscuridad, en que no tenga que inventarme que Papi Malkovich y yo echamos a todos los fantasmas de la casa cuando nos mudamos y no te tienes que preocupar. En que tras el cuento no me pidas que me quede un ratito más.
Por eso, quiero congelar el tiempo a ratitos. Tu cara de sorpresa cuando ves algo nuevo. Tu ilusión, tu alegría, tus ganas de jugar sin parar. Tu disposición a viajar. Tus bailes en el salón en los que me pides que no te mire. La manera de quedarte dormido en el sofá tras un día intenso. La forma en que preguntas por tu hermana cuando no está.
No todo es vida y dulzura, claro. Según creces también crecen los conflictos. El NO. El «no quiero». Desobedecer. Incluso alguna mentirijilla. No hablemos de cuando por las mañanas te niegas a ponerte determinada camiseta y quieres elegir otra, aunque esté sucia. Que cabezota eres un rato, pero nada que no hayas podido heredar de tus mayores. Y a veces pierdo la paciencia. Más de las que me gustaría. Pero entonces al rato haces o dices algo que no puedo evitar la sonrisa, y vuelve a reinar la calma. Y así cada día.
Antes que cumplas cuatro quiero celebrar cada día de estos tres años. Y coger fuerzas para cada uno del año que vas a cumplir.
3 Comentarios
Un post conmovedor, me ha encantado, por eso te he incluídoe esta semana entre mis favoritos http://www.casiprimerizos.com/2017/10/mis-posts-favoritos-del-2509-al-0110.html?m=1
Muchas gracias!!
Qué lindo!! Yo tengo la misma sensación de que a la ratona le hice crecer de golpe. Ay madre, disfrutad y seguid congelando momentos.